martes, 31 de mayo de 2011

200 años de migraciones. Parte 1

La movilidad demográfica en los primeros años del México Independiente.



“Al romperse la paz y la seguridad corporativa del periodo colonial se empezaron a ver fenómenos que hasta entonces habían sido poco frecuentes: las migraciones hacia ciudades en busca de seguridad…”
Bernardo García.





En esta frase, se puede resumir el texto de Bernardo García sobre la situación demográfica, en específico la migratoria de los primeros años de la vida del México independiente. Sin duda, un texto muy sugerente, el cual provee interesantes aportaciones que nos permiten conocer el desarrollo de los procesos migratorios en el país.






En las siguientes líneas, me propongo a desmenuzar la frase de B. García comparándola con la situación demográfica vigente en el México del siglo XXI, enfatizando en la importancia de las migraciones internacionales.


En sintonía con el autor, es importante partir de los periodos previos, que nos permitan apreciar la situación demográfica pre independentista. Señalando que, el mapa de la Nueva España extenso geográficamente, se caracterizaba por tener asentamientos humanos de muy diversa naturaleza, cuyos orígenes dependían generalmente de ciertas actividades económicas, su composición étnica o de la conformación de las haciendas.


Es así, como existían asentamientos mineros, gremiales, ayuntamientos, pueblos de indios o las denominadas haciendas; todos ellos teniendo en común una forma de organización corporativa, la cual, proveía de seguridad a sus miembros; por lo qué, la movilidad demográfica era la excepción y no la regla en el periodo colonial. “La concentración de la población operaba como freno a la movilidad” (García, 2010).


Es decir, los novohispanos tenían que unirse a una corporación, para satisfacer sus necesidades, pero también tributando dentro de ésta. Lo que refleja, que la población a la que hacemos referencia, tendía a agruparse más que a dispersarse; aunque se debe acotar, que estas concentraciones eran pequeñas, pues la población pre independentista era rural de un 85 a 90% aproximadamente, con un total nacional de aprox. 5 millones de habitantes.


En el mapa novohispano, se concentraba la mayor carga demográfica en el Centro del país, extendiéndose a algunas regiones del Centro –Norte, que acumulaban la riqueza minera; el Norte, era una extensa región inhóspita, al igual que bastas zonas del sur. Entonces, es en las regiones Centro, Centro-Norte de la Nueva España, fueron en las que se presentaron las características antes mencionadas.


Esta situación demográfica se vio afectada, con el inicio del movimiento de 1810, pues los conflictos sociales propiciaron la movilidad, muchas veces involuntaria, de ciertos sectores de la población. “En el panorama general del país, hay que anotar que las contracciones y alteraciones inducidas por la guerra de independencia llevaron a infinidad de casos de desarraigo o desplazamiento” (García, 2010).


Los desplazamientos humanos, en su mayoría de varones, secundados por las mujeres, se propiciaron cuando éstos se encontraban dentro del conflicto a través de la milicia, la insurgencia o la leva; o bien, decidían huir de los asentamientos sitiados o de fenómenos característicos de la época como el bandolerismo.


Un vez terminado el conflicto independentista en 1821, y ante el surgimiento del nuevo país, la situación demográfica fue cambiando poco a poco, configurándose un panorama en donde la población ya tenía un libre desplazamiento por el país, con las limitantes de la época; como lo remarca B. García “Sin duda la independencia de México marcó un hito en la historia demográfica del país e introdujo cambios en los patrones de movilidad…” (2010).


En el ensayo, B. García enlista los que a su parecer considera son los factores políticos, sociales o económicos que tuvieron que ver con el cambio del panorama demográfico, destacando: a la abolición de la esclavitud, a los cambios en la tenencia de la tierra, al nuevo régimen laboral, y al surgimiento de ciertos polos de atracción económicos, mineros, fabriles, urbanos, inclusive eclesiásticos.

El análisis de estos factores (enunciados por el autor como fenómenos), corroboran la tendencia a la movilidad interna de la población mexicana en los primeros años de independencia, que aún no presentaba patrones considerables de migración internacional.


Con el texto de B. García se puede profundizar en el contexto demográfico de los primeros años de independencia, más, como se propone líneas arriba, la intención avezada de este escrito es traslapar el panorama demográfico independentista con el actual; inquietud que surgió al leer y analizar este texto, el cual arroja diversas líneas de comparación.


Primero que nada, me interesa rescatar el contraste poblacional existente después de 200 años del México independiente, un rango que va de aproximadamente 5 o 6 millones de mexicanos en la primera etapa, según estimaciones del autor, a aprox. 112 millones de habitantes, según estimaciones del último censo del INEGI 2010.


La composición de la población, también ha cambiado radicalmente, como se menciona arriba, alrededor de los años de la independencia la relación era aprox. 85% rural y por ende 15% urbana, concentrándose este último porcentaje en muy pocas ciudades de Centro y Centro-Norte del país. En la actualidad, México es un país con población mayoritariamente urbana con un 77.8%, frente a un 22.2% de población rural (INEGI, 2010). Hay una gran transformación en el extenso periodo de tiempo que abarca este trabajo, que sin duda obedece a múltiples causas, suscitadas a lo largo de la historia nacional.


En la actualidad, la urbanización abarca medianas y grandes ciudades, que se encuentran concentradas en el Centro del país, integrándose la región del Occidente, Norte y algunos casos del Sur, como regiones con grandes concentraciones demográficas; lo que demuestra, que la población se ha extendido a todo el territorio mexicano.


Ya en la frase que encabeza este escrito, se lee como los movimientos demográficos con la Independencia comenzaron hacia las ciudades, en busca de la seguridad que estás podían proveer, en cuestión alimentaria, de salubridad, de vivienda, de seguridad pública, entre otros aspectos básicos de la vida en sociedad. 200 años después, parece ser que esa búsqueda, desde hace ya varias décadas, no alcanza a permear a toda la población del país, propiciando, junto otras causas, la aparición de la migración internacional, como una “válvula de escape” a esa población que no encuentra cabida en México.

Es así como la migración internacional, se vuelve un fenómeno relevante en la historia del país, que se ha nutrido de la vecindad que se tiene con Estados Unidos.


Esta somera reflexión, no pretende sino dar visos del gran contraste demográfico que acontece en dos siglos de independencia de México, el cual por supuesto, requiere matizarse con sumo detalle.




García, M., B. (2010). Independencia nacional y movilidad espacial de la población. En Alba, F., Castillo, M., A., Verduzco, G. (2010). Los grandes problemas de México. Migraciones Internacionales. México: COLMEX.



El link donde se puede encontrar el ensayo es el siguiente:















lunes, 30 de mayo de 2011

Los costos de la discreción en materia migración

Desde hace varios días vengo siguiendo en el periódico La Jornada, la noticia de la huelga de hambre que mantienen en el CERESO No. 3 de Chiapas un grupo de once inmigrantes , el motivo a grandes rasgos, se debe a la marcada “discrecionalidad” que se reserva el INM en sus acciones.

La acción que desencadenó que estos inmigrantes, nueve cubanos, un dominicano y un guatemalteco iniciaran con esta protesta física, se remonta al pasado 3 de mayo, cuando en la Estación Migratoria Siglo XXI de Tapachula, Chiapas, se presentó un motín entre los inmigrantes asegurados y agentes del INM, provocado por el traslado “repentino” de dos inmigrantes cubanos a la ciudad de México. En esta revuelta, los 11 ahora huelguistas, con otros compañeros más lograron salir de la Estación, pero de inmediato fueron reaprehendidos por las autoridades migratorias; ya no como asegurados y sí como delincuentes con cargos como daños a propiedad ajena y al orden público en el recinto que ocupaban.

Por la nueva situación que estos inmigrantes presentaron, se les trasladó al CERESO No. 3 de Tapachula, donde fueron consignados, es ahí donde iniciaron con la huelga de hambre, denunciando la flagrante arbitrariedad que se reserva el INM en sus actos.

Sin duda, esta situación presenta varias aristas interesantes de análisis, pero en estas líneas pretendo enfocarme a un aspecto característico de la política migratoria y sus ejecutores en el país, que es la discrecionalidad casi a ultranza que persiste en México, aun a pesar del “modelo democrático” que pretende seguir el gobierno en turno y de los cambios en materia migratoria que recientemente se han aplicado.

Ya desde la Constitución Política, en el tan controversial Art. 33, se enuncia la “facultad exclusiva” del presidente para decir sobre la expulsión de los extranjeros que considere nocivos para el país, sin especificarse las características de este proceso. Y esto es todavía más notorio en la Ley General de Población y su Reglamento, donde se reservan considerables cuotas de discrecionalidad tanto al ejecutivo, como a los órganos competentes para decidir en temas básicos de la política migratoria, aspectos como el ingreso, expulsión, refugio, asilo, etc.

En una supuesta democracia como México, donde es evidente la ineficiencia de INM para ejecutar la política de inmigración, es conveniente preguntarse si esas grandes cuotas de discrecionalidad que se reserva el ejecutivo, dentro de este específicamente la SEGOB junto al INM, no deben ser reducidas. En una coyuntura también, donde desde el gobierno federal se pugna por la prevalencia de los derechos humanos de todo individuo en territorio nacional.

¿No se corrompen los derechos humanos al existir excesiva discrecionalidad? Al menos esta pregunta puede tener una respuesta afirmativa en el caso de los once inmigrantes en huelga de hambre en Tapachula, ya que, desde un inicio se puede demostrar como el motín se propició por la supuesta inconformidad de los inmigrantes asegurados al traslado de dos de sus compañeros cubanos a otra estación de la Ciudad de México en forma repentina y arbitraria, es decir, los inmigrantes asegurados tienen escaso o nulo conocimiento del proceso que se les está siguiendo, de lo que pasa con ellos, si serán deportados, expulsados o entrarán en algún otro estatus.
Huelga decir que cada inmigrante asegurado tiene su propio proceso, pero ¿No tienen derecho a saber sobre su condición? ¿Sobre cuánto tiempo permanecerán en esa situación? ¿Cuándo serán trasladados? entre muchos otros detalles procesales de los cuales debe ser parte fundamental el sujeto asegurado.

La mayor parte de esta información, continúa ampliamente reservada a las autoridades migratorias, con el fundamento reiterado de la “discrecionalidad” que aparecen en la legislación migratoria existente en el país, incluso en las nuevas modificaciones. Si bien es cierto que, ciertas dosis de discreción son válidas para tomar decisiones gubernamentales en materia migratoria, esta debe acotarse y delimitarse para no causar transgresiones considerables a la democracia e ir en contra del principio fundamental de los derechos humanos.

Este afán de discrecionalidad impreso en la legislación mexicana, pareciese relacionarse más con una indefinición en el manejo de la propia política migratoria y sus temas más sensibles, pues de no existir este recurso de la discrecionalidad, o ésta fuera más reducida, seguramente se evidenciaría con más nitidez la ineficiencia de las instituciones migratorias.

Seguiré con este caso que tiene tela de donde cortar.